Por Dominique Polanco Ruedas
"Si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco." (Piotr IlichChaikovsky)
La música como parte de las bellas artes siempre se ha correlacionado con las diferentes disciplinas artísticas más predominantes en el mundo. La relación, el entendimiento, disfrute y análisis de las diferentes disciplinas artísticas, cualquiera que estas sean, llevarán al músico a una mayor sensibilidad para entender su posición en la sociedad, su posición frente al arte, y así desarrollar una ética artística y profesional y le ayudará a conceptualizar cada vez más su propia filosofía artística. La ignorancia y el desconocimiento del entorno genera miedo, y este usualmente mantiene a las personas lejos de la exploración de su propia creatividad. El conocimiento, la voluntad y la práctica disminuyen ese miedo. El conocimiento te mantiene en tierra firme, la voluntad te da las alas y la práctica hace que lo desconocido se vuelva cada vez más familiar y menos espantoso.
Esto nos lleva a entender que la inspiración tiene innumerables fuentes. Los artistas y las personas en general experimentan la inspiración en diferentes maneras y en diferentes momentos. Ésta puede llenarte de innumerables sentimientos y emociones. Puede llegar por algo que haya dicho alguien o por un fragmento de una novela literaria. Ciertos tipos de ambiente, ánimos, actitudes y personas son estimulantes para la creación y el descubrimiento, mientras que otros ambientes son agotadores de la creatividad y distractores.
Entre más contacto tenga el músico-artista con los diversos procesos creativos, cuales quiera que estos sean, y entre más se experimente así mismo, tomará mucha más conciencia de su propia creatividad e ingenio y tendrá mucha más noción de lo que puede funcionar para su música y de lo que no.
La música clásica, nuestro tema central, es la corriente musical que comprende principalmente la música producida en Europa Occidental. Abarca un período de tiempo que va aproximadamente del siglo XI a la actualidad, aunque esta definición no es aplicable del todo a la música realizada en nuestro siglo. aunque las principales características del género fueron codificadas principalmente entre 1550 y 1900, que es habitualmente considerado como el período característico de producción de la música clásica.
La música clásica es habitualmente definida como la música de tradición culta.
Se distingue la música popular y de otras formas musicales no Europeas por su característica notación musical simbólica, en uso desde aproximadamente el siglo XVI. Dicha notación permite a los compositores prescribir de forma detallada el tempo, la métrica, el ritmo, la altura y la ejecución precisa de cada pieza musical. Implica el desarrollo de formas y géneros musicales altamente sofisticados, y por el empleo de una muy variada y compleja instrumentación . Por ello, la música clásica suele requerir de tanto los músicos como los compositores un alto grado de profesionalización y especialización.
El término música clásica aparece por primera vez a principios del siglo XIX, en un intento para destacar el período que va desde Johann Sebastian Bach hasta Ludwig van Beethoven como una edad dorada de la música.En la actualidad está asociado a la tradición de música culta y académica descrita arriba, y es a veces sustituido por música culta o música académica para incidir en la existencia de música de corte «clásico» (en oposición a contemporánea), en otros géneros como por ejemplo la música rock.
Los compositores clásicos aspiran imbuir a su música de una relación muy profunda entre su contenido afectivo (emocional), y los medios con los que lo logra. Muchas de las obras clásicas más elogiadas hacen uso del desarrollo musical, el proceso por el que un germen, idea o motivo musical es repetido en distintos contextos, o alterados de tal manera que la mente del oyente, conscientemente o no, compara las diferentes versiones. Los géneros clásicos de la forma sonata y la fuga emplean rigurosamente formas de desarrollo musical. Generalmente, las obras de música clásica muestran una gran complejidad musical gracias al uso que hace el compositor del desarrollo, modulación (cambios de tonalidad), variación antes que la exacta repetición, frases musicales que no siempre tienen la misma longitud, contrapunto, polifonía y una armonía sofisticada. Además, muchas obras clásicas bastante largas (de 30 minutos a 3 horas) son construidas a partir de jerarquías de unidades más pequeñas: las frases, los períodos, las secciones y los movimientos.
Su transmisión escrita, ha llevado a la expectativa de que el ejecutante tocará la obra de tal modo que realizará en detalle las intenciones originales del compositor. Durante el siglo XIX, los detalles que los compositores colocaban en sus partituras fueron incrementándose. Así vemos un opuesto rechazo-admiración por los ejecutantes que ofrecen nuevas «interpretaciones» de la obra de un compositor, y no es desconocido que un compositor le pida al intérprete una mejor realización de sus intenciones originales que la que él mismo pudo lograr. De este modo, los ejecutantes de música clásica alcanzan a menudo reputaciones muy altas por su musicalidad, aunque ellos mismos no compongan. La improvisación juega una menor presencia, en marcado contraste con otras tradiciones como el jazz, en donde la improvisación es básica. La improvisación en la música clásica era mucho más frecuente en el Barroco que en el siglo XIX y siglo XX, y recientemente la interpretación de aquella música por músicos clásicos modernos ha sido enriquecida por el resurgimiento de antiguas prácticas improvisatorias. Durante el periodo clásico, Mozart y Beethoven improvisaban a veces las cadencias de sus conciertos para piano (y animaban a otros a hacer lo mismo), pero también tendían a dar cadencias escritas para que otros solistas pudiesen usarlas.
- A continuación puedes reproducir una pieza clásica de Beethoven: Moonlight.
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